No sé si a Usain Bolt le cayó una estantería de productos químicos y eso le dio el poder de correr a la velocidad de la luz, igual que le pasó a Barry Allen, convirtiéndole en Flash (superhéroe de la DC Comics), pero lo que sí es cierto es que, como titula el diario Marca en la edición de hoy: no es humano.
No sería tan raro en realidad que fuese un personaje de cómic, ya que le llaman «el Relámpago». Un relámpago que sacudió los mundiales de Berlín para colgarse su segundo oro.
Hace cuatro días batió su propio récord del mundo de los 100 metros y ayer rebajó su propia marca en los 200, con un viento en contra y toda la presión sobre sus hombros, consiguió superarse en 11 centésimas, dejándolo incluso en una bonita cifra capicúa, como si lo tuviera pensado: 19,19 segundos. Y bien pudiera ser que lo tuviese pensado, porque da la impresión que Bolt sabía que no tenía rivales: corría únicamente contra sí mismo y contra la historia. Y ganó.
Increíble pero cierto.
Ya hace varios años que vienen anunciando los agoreros que dentro de poco los records mundiales se paralizarán, ya que los límites físicos del cuerpo humano han llegado a su límite.
Pues que se lo digan a ese jamaicano. O que s lo digan a Phelps. O a Nadal. O a Cristiano Ronaldo.
Como dice el anuncio de Aquarius de este año (uno de los mejores de la temporada, por cierto): «El ser humano… ¡es extraordinario!».
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