A mí, a mí me importa...
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Hay ciertas canciones que considero que deberían de estar desterradas; debería de crearse un Comité Regulador que evitase que se volvieran a difundir, ni siquiera en el comedor de tu casa. ¿Por qué? Porque se han radiado una, y otra, y otra, y otra vez… y vayas donde vayas la siguen poniendo machaconamente. Pasan los años y ahí están, son como Fraga: nos van a sobrevivir a todos.
Voy a enumerar algunas, pero ya digo, la lista es larga y os animo a que me envíeis vuestras propuestas. Podríamos organizar desde aquí una plataforma y crear el Comité Regulador que os comentaba al principio, de canciones que nunca jamás deberían de sonar en parte alguna.
Mis candidatas son:
A quién le importa, de Alaska. Lo sé, lo sé… me van a llover más palos que a Joe Pesci al final de Casino. La canción es un himno gay, un referente de la movida, una canción protesta, etc… Pero, ¿No estáis hartos ya? Sinceramente: ¿La escuchas en tu casa, cuando estás tranquilo y tienes ganas de oír algo de música? ¿Sí?
Pues amigo: tienes un problema.
Para hacer bien el amor hay que venir al sur, de Rafaella Carrá. Otra canción protesta. Al menos según una amiga mía quien opina que esta bazofia habla del sexo oral y reivindica la igualdad de sexos en la cama. Sí, lo habéis adivinado: es la opinión de mi amiga la Chupapollas.
Mi plan para dominar el mundo 